
Asi que aprovechando esa hora y media que pierdo de mi vida ida y vuelta gracias a los arreglos de macri que cortan todas las calles cuando voy al trabajo, estoy en una racha de lo mas productiva a la hora de leer.
De Santis escribe con un vocabulario sencillo, oraciones simples, pero que reflejan en el fondo una gran profundidad. Todos los comentarios se retrucan , todas las cosas tienen doble lectura, lo que lo hace un libro tanto para chicos de 15 años, hasta para Grandulones que quieren develar un enigma.

En los años veinte, casi ochenta años después de la primera aparición literaria
de un crimen a puerta cerrada, Ronald A. Knox reunió las reglas ya comunes al
género policial en diez mandamientos. En su lista figuran mandatos tan dispares
como “No se permitirá más de un cuarto o pasadizo secreto”, “El detective nunca
cometerá el crimen”, o “No figurará ningún chinaman en la historia”. La lista de
Knox parecía tan arbitraria en la teoría como resultó funcional en la práctica.
Hoy, casi ochenta años más tarde, se siguen obedeciendo –casi al pie de la
letra– las consignas de Knox. Al menos, en la nueva novela de Pablo de Santis,
El enigma de París (Premio Planeta-Casamérica 2007), se respetan todas las
reglas salvo tres: sus detectives son los asesinos, aparecen no uno, sino dos
chinamen, y el Watson de la historia es al mismo tiempo el Holmes.
Para terminar saco una entrevista publicada en casaamerica con el propio De Santis, cuando gano el premio Planeta.
Porque la lectura comienza con una especie de esperanza frente a los libros, que
siempre se mantiene.
¿Esperanza de qué?
De ser ilustrados, de ser conmovidos y de ser satisfechos, que muchas veces es superior a los libros que uno tiene en la mano. Yo creo que uno siempre se acerca a los libros buscando algo que no leyó antes. Uno nunca pierde la esperanza de ser sorprendido. En ese sentido, los lectores adultos son más audaces que los chicos. Porque los más chicos aman la repetición: quieren leer una y mil veces el cuento que los atrapó. El lector adulto, en cambio, es un permanente insatisfecho; está a la
caza de una historia novedosa y desconocida. Solemos decirnos: “he leído todo,
¿qué podrá ser inaugural para mí? Porque, cuanto más leemos, más nos saturamos.
Quiero decir que ese exceso de experiencia, en el fondo, es contraproducente,
porque nos hace conscientes de que hemos perdido la inocencia frente al placer
de la lectura.