Javier Doeyo: hablemos solo de las cosas que nos gustan


Javier Doeyo es quizás uno de los pocos editores argentinos que pueden llevar ese titulo sin que nadie se lo pueda reprochar. Desde sus primeras épocas al frente de Cóctel, hasta sus más recientes ediciones, su nombre se ha visto siempre ligado a la historieta y sobre todo de la mano de grandes mitos como los Breccia o Carlos Trillo.

Tinta de Historieta se junto con el y realizo una entrevista, que dado su extension iremos publicando por partes.

A punto de cumplir los 49 años, y festejando los 20 como editor, ya comienza a ser parte de la ‘vieja escuela’. "Me di cuenta de esto cuando Podetti en un Picado Grueso me puso junto a Cascioli, Record, Columba, etc… Me quería morir... Por suerte hoy hay una nueva generación, así como lo fui yo en aquella época".

Luego de un intercambio de mails en los que el amigo Doeyo cuestionó con bastante acierto el trabajo que se realiza en este blog, acordamos encontrarnos para hacer una entrevista lo mas "real posible". Confieso que me agarro desprevenido, un entrevistado exigente, por decirlo de alguna forma, lo que prometía un desafío.

El gran tema en cuestión fue la crítica. No vamos a entrar en detalles y quien quiera ahondar en la discusión que lleva a Javier a meterse de lleno en este tema, basta con buscar en Internet. Y el lector que aun no conozca toda la historia podrá conocer enseguida algunos pormenores.

"Para mí la crítica no es necesaria. No está ni bien, ni mal. Simplemente: no hace falta"
-dispara Javier, en el bar de su íntimo amigo Dani -su segundo hogar, asegura-, un sábado de septiembre a las 10 de la mañana-.

"La crítica sólo le sirve a quién la hace. Nada más.
Yo no sé nada de televisión, sólo la enciendo y la disfruto. Y no necesito que venga Pablo Sirvén a decirme que el programa de Tinelli es una cagada. Me doy cuenta sólo. El público no es boludo, como yo no soy boludo para ir al cine a ver ‘Brigada Cola, o alguna de los bañeros aquellos’, de manera que cuando leo una crítica sobre historieta, en seguida me pregunto quién y por qué escribe lo que escribe. Y ahí encuentro a algún autor que considera que ya está para publicar en Fierro, pero que el editor ‘se equivoca’ al publicar a otro y no a él… O veo a un fracasado que le dice a todo el mundo qué y cómo hay que publicar, pero que cuando tuvo su oportunidad ‘no tocó un fulbo’. O finalmente y, gracias a la democratización de los medios que supone la Internet, encuentro un pibe sin ninguna experiencia que ‘como leyó un montón de revistas’, puede hablar del trabajo de los profesionales y criticarlos sin ningún fundamento.

La crítica ‘constructiva’ es un invento… Para mí, la crítica sirve sólo cuando la vas a buscar. Si yo le pido opinión de mi trabajo a Trillo, o a Sasturain, Sanyú, Solano…; me servirá lo que me digan y escucharé su crítica con atención y trataré –si puedo- de mejorar. Pero si cualquier salame escribe en su propio blog cualquier batata: me importa un pito y la mayoría de las veces, ni me entero.

Para resumir el asunto: yo manejo desde hace 30 años y he tomado toda la cerveza que mi abdomen delata, y todo esto no me califica para construir autos, ni para llevar adelante una cervecera. Mal puedo decirle, entonces, cómo debiera fabricar un auto a nadie… O sea que, ‘consumir mucho’ de cualquier cosa no te convierte en ningún experto. Y si por la gracia de dios te convertís en un experto –al punto de dar conferencias al respecto- bueno… Ponelo en práctica cuando edites o escribas tus historietas y mientras tanto: calláte la boca. Porque, en definitiva, estamos hablando del TRABAJO de otra persona, y si estamos en este laburo –o tratamos de estar-, debiéramos cuidar el lugar donde trabajamos. De mi parte, prefiero un millón de veces leer “La Burbuja de Bertold” que un blog donde se habla mal del trabajo de un colega”.

-Y yendo un poco a tu historia, ¿Porque editor de historietas? Porque no guionista o dibujante?

No lo sé... Siempre me gustó el dibujo y no lo hago demasiado mal -siempre a nivel amateur-. Inclusive, y cada tanto, dibujo alguna cosa para mí, y hasta escribo alguna otra... Pero no como para trabajar de esto.
Y la verdad, lo que realmente me apasiona son las revistas y los libros...
Siempre fui un gran comprador y coleccionista de publicaciones, desde chico, y con mi formación técnica (antes trabajé años en la industria gráfica) y muchas más ganas que cerebro, hace 20 años tomé el camino en el que aún estoy... Y hasta estudié un poco sobre el tema. La verdad, lo que más me interesa en publicar.

-¿Estudiaste?

Sí, Edición de Libros en Filosofía y Letras. Una carrera que impulsó la Cámara del Libro y que terminó en “Filo” conjuntamente con Bibliotecología… Las materias que gestionaba la Cámara las hice, las de Bibliotecología, no…

-¿Cuál fue la primer historieta que te voló la cabeza, ese numero que recordás de por vida?

El primer libro compilatorio de Boogie el Aceitoso. Resulta que nos íbamos toda la familia en tren hasta Posadas, Misiones. A mi viejo lo trasladaron ahí por laburo y cuando llegó el verano toda la familia fue para allá en “coche camarote”. Yo tendría más o menos 14 o 15 años, no más. Los viejos dijeron de comprar algo para leer en el camino y yo me compré en el quiosco de la estación de ¿Chacarita era? el primer libro de Boogie. Apenas conocía el personaje de aparecer en Hortensia –creo- (revista que si no me equivoco, leía de ojito los domingos en la casa de mi abuela paterna). Cuando vi ese libro que era “todo” de Boogie, se me voló la peluca... Tanto es así, que cuando armé el proyecto de la revista Cóctel, el primero con quién hablé fue con Alberto Breccia y después, rajé a Rosario a hablar con Fontanarrosa y le pedí el Boogie. Y cuando fui al programa de Gasalla a presentar la revista, los originales eran cuatro: las portadas del Tomi y el Niño Rodriguez, una página de Breccia y un Boogie...

-¿Cuándo tomaste la decisión de comenzar a editar? Cual fue tu primera publicación profesional?

En 1989. Con Comic Magazine, una revista de información. Si bien no era “nada profesional”, es sin dudas mi primera experiencia. Hay que recordar –o saber- que en 1989 no existía internet, y por lo tanto, la información era escasa, de transmisión lenta y reservada a unos pocos “iniciados”.
Como fanáticos de la historieta, coleccionistas y en un futuro posibles periodistas, escritores o editores, los que hicimos esa revista empezamos por el único camino posible: una revista de información. Aunque hoy editar una revista de ese tipo sea un signo de retraso, (toda la información -la mejor y la peor, la buena y la mala- está en internet) en aquel entonces hacer una revista de ese tipo era el paso fundacional y lógico para gente como nosotros. Queríamos mostrar “todo lo que teníamos” como coleccionistas y “todo lo que sabíamos” como posibles especialistas del género.



-¿Cuál fue el libro que mas te gusto editar, del que te sentís orgulloso?

Pregunta difícil. A todos los libros –o casi- les ponemos las mismas ganas, aunque alguno salga tal vez mejor que otro... Supongo que “Triste, Solitario y Final” sea uno de ellos. Principalmente por los años en los que le anduve detrás. Y lo que me costó... Hasta viaje especialmente a Barcelona para hablar con la agente literaria de Soriano y lograr su aprobación y una vez que la conseguí, me tomé un avión de vuelta...

“Latinoamérica y el Imperialismo” también. Y los sketchbooks, me encantaba trabajar en ellos.

-¿Cuál fue el fiasco más grande?

Supongo que como fiasco te referís a las ventas. Si es así, “A las mujeres no les gusta follar” debe ser el que menos vendió... Lejos... Si por fiasco, te referís a un trabajo que haya resultado mal... Bueno... Mi nivel de autocrítica es tan grande que nada me deja totalmente conforme y siempre tengo algún reparo para cada edición. Pero nunca he llegado a sentirme demasiado mal con ninguno. Por suerte, nunca hice nada como “Daigar”...

La semana que viene la parte 2