¿Se siguen encontrando comics en las casas de saldo?



 Ayer comentábamos las columnas “literarias” de la nueva fierro.

Hoy voy hacer un comentario sobre una puntual, la columna de Vázquez, que a mi juicio revela un dato mucho mas interesante que lo que realmente esta escrito.

La columna en cuestion reflota el tópico de las casas de "segunda mano", emparentado con lo que comentara Andrés Valenzuela en su blog de cuadritos acerca de las librerias de la costa.

Y he aquí la revelación que se me dio con esta columna. El balnqueo del target al que están apuntada la revista. Mas alla de la nostalgia de quienes la producen, podriamos tambien hablar de un lector “nostalgico?.

Porque siendo honesto, después de mas de 10 años de la devaluación, las casas de "segunda mano" cada vez son menos y ni hablar que tengan comics.

En parte porque con el tiempo el lector se ha convertido en coleccionista y ya no se desprende de sus comics, y por otro lado los volúmenes y escalas de producción hoy son muy inferiores a las de otras épocas.

Creo yo, en mi humildísima opinión, que hoy la gente de 27 años para abajo nunca revolvió una casa de "segunda mano" comprando esas joyas perdidas. Peor aun, dudo que alguien haya leído alguna vez Perramus, aunque lo siguen nombrando como uno de los hitos de la historieta argentina!!! ¿Como puede ser que se hagan estudios sobre los trabajos de Salinas, ediciones que desde hace mas de 30 años que están descatalogadas? ¿Es quizás que los “estudiosos” del comic se han olvidado de lo fundamental, de la obra popular, de la publicación masiva? ¿Porque seguimos alabando obras que seguramente ni ellos hayan sido capaces de ver un ejemplar? ¿Al público le interesa saber acerca de libros que están mas cerca de la leyenda urbana que del estante de casa?

Volviendo al tema de los saldos, siguen existiendo dirán ustedes, el mas importante quizás la biblioteca Clarín, que ha abierto la puerta a obras imprescindibles del comic nacional e internacional a todo el mundo, o cosas como las que hoy se saldan de las extintas editoriales del grupo S, que tiene alguna que otra perlita rescatable a precios que son para llevarse todo (y varias veces).

Una cosa que coincido quizás es que Internet ha cambiado el hábito. Lo veo cada feria que hacemos, la gente se acerca, pregunta pero no revuelve, no se ensucia las manos buscando ese famoso numero que le falta.  Pero por otro lado, hay que reconocer que la capacidad de distribución que tiene la web, es una herramienta infalible a la hora de crear necesidades... o me van a decir que conocía todos los comics que se descargaron? O que nunca se compraron un comic via amazon o mercado libre, adquiriendo así algo que ni soñando llegaba a la librería del barrio?

Mejor aun, Internet es un arma de doble filo. Por un lado si, tiene esa cosa disruptiva, que la transforma en una herramienta democratica a la hora de fijar precios, canibalizando asi la vil plusvalia de las librerias.

Por otro lado, ha servido como herramienta de sustitución, catalogando el antaño caos de las casas de segunda mano, brindando asi la posiblilidad de una navegación infinita por un inventario eterno.

Coincido, tal vez, en que la democracia que plantea Internet es una democracia capitalista, no por la velocidad del click, sino porque al establecer precios unicos deja poco margen para la especulación del comprador, que apuesta al desconocimiento del que vende para hacerse a precios de chirolas obras afortunadas. ¿Alguien vio los precios que se piden? ¿Cual fue el precio mas alto que han pagado?

Pero detrás de la nota, hay algo que despierta inquietud. Y es lo que refiere a las nuevas generaciones de lectores… ¿realmente existen?  Pensamiento febril, mitad fantasía apocalíptica del hombre ilustrado, mitad cierto, es que hoy, con el valor y la dinámica del comic dudo mucho que el mercado de segunda mano sea tan económico y accesible como cuando nos criamos.

Es así, entonces mi amigo lector, un hecho inconfundible que la fierro es para grandes, gente que tuvo otra aproximación al mundo de la historieta argentina. Grandes de casi treinta y no tan chicos.

Un chiche de bebotes!