Una vuelta le preguntan a DeNiro sobre
Scorcese, sobre la relación del mismo
con el cine y con su historia. Considerando la tremenda y profunda
amistad que lo unía con el director, el periodista le pregunta que qué tan
fuerte es la pasión que el autor de Taxi Driver o Good Fellas sentía por el
cine.
“Martín no ama al cine, se lo coge”,
contestó el actor.
Y bien, haciendo un resumen de las
sensaciones que pasan por uno al leer “365 Samurai”, no se puede evitar caer en
un “J.P. Kalonji no ama a Kurosawa, se lo coge”.
“365
Samurai and a Few Bowls of Rice” es el título completo del libro que recopila
los trabajos del blog personal de J.P. Kalonji. Éste autor sueco tuvo masomenos
la misma idea que el resto de nosotros: que un web-comic muchas veces puede
ayudarnos a producir un montonazo de páginas y, con el paso del tiempo, a
contar historias cada vez más complejas y completas. ¿Dónde está la
originalidad en aquel primer trabajo de Kalonji? En que en lugar de pensar un
web-comic a modo de “una página por semana” como casi todo el mundo, lo hizo
desde la muestra diaria. Así es, señora, Kalonji estuvo subiendo de a una
página por día. Trescientas noventa y dos páginas fueron el resultado de semejante
experimento.
Desde la estética se le reconocen a Kalonji
sus influencias más obvias, Jeff Smith y su excelentísimo Bone aparecen en cada
trazo de pincel y cada plano negro en contraste con blanco. Kalongi respeta
también el estilo de animación y la construcción sintética de los fondos. En
algunos momentos, emulando la obra de Smith, vamos a poder apreciar un bosque
entero planteado con algunas precisas y escuetas pinceladas o una línea de
horizonte que se desdibuja en la lejanía. Más importante aún en cuanto recordamos que la
historieta es un arte narrativo: nos enseña muy bien el cómo generar climas. Kalonji
sabe trabajar sus fondos desde la más afilada síntesis y uno sale creyendo
haber visto mucho más que lo que estaba inmediatamente a la vista.
Y desde la narrativa es donde vemos el
inmenso amor del sueco por el más grande director nipón de todos los tiempos. Desde el robo de encuadres hasta en la
contemplación de cada detalle contextual en las escenas de acción vemos
aparecer el espíritu del gran Akira Kurosawa en éste proyecto de Kalonji. Es de
Kurosawa de donde Kalonji saca el secreto de usar los silencios como un
generador de tensión. Es de Kurosawa de donde Kalonji saca el uso del clima
como un personaje más, desde el calor más pesado y asfixiante a esas lluvias
que parece que te hubieras parado vestido debajo de la ducha.
Y,
finalmente, es de Kurosawa de donde Kalonji saca estos samuráis feos, sucios y
casi que fuera de forma. Porque entre todos los miles de aportes que Kurosawa y
toda su genialidad hicieron a la historia del cine (historia también de toda
aquella técnica narrativa que dependa de la secuencia, eh? Así que gracias,
ponja!) está el de haber hecho esta construcción de la estética en la que hay
una especie de grotesco que rodea todo lo que se ve, hasta a los héroes. Allá por los años cincuenta, cuando Hollywood
te quería vender a John Wayne con la camisa perfectamente lavada y almidonada,
matando indios como si hiciera tostadas, Kurosawa filmaba Los Siete Samuráis,
con sus héroes sucios de tanto andar por la ruta, acalorados por el pegote del
verano húmedo de Okinawa y feos como una patada en los huevos; y peleando con toda la violencia del esfuerzo
por matar al otro. Mientras Hollywood tenía héroes acartonados en poses
icónicas, Japón ponía dientes apretados, forcejeos y tripas desparramadas.
Un dato extra para los fans del Anime:
¿Viste cuando en algún dibujito dos personajes que estén enfrentados corren uno
hacia el otro alzando cada uno su respectivo arma, se cruzan, escuchas el
sonido de corte y ves que los dos se quedan quietitos, dándole la espalda al
otro? ¿Y que no sabés cuál de los dos es el que recibió la trompada hasta que
uno se cae muerto al piso? Ése recurso
tan repetido y tan común en la producción japonesa es una de las tantas miles
de joyas que le debemos al genio de Akira Kurosawa. Sep, lo inventó él.
Y bueno, Kalonji se mandó un homenaje de
392 páginas a ése cine de samuráis tan especial. Desde la estética y los ritmos
narrativos lo vas a sentir todo el tiempo. Capaz que desde el guión le pifia un
poco, la historia tiende a ser un poquito obvia, remonta muchísimo cerca del
final… y cae en una conclusión un poquito sacada de esos libritos de auto-ayuda
que encontrás al lado de la caja en los supermercados. Una lástima, mientras lo
leía pensaba que estaba frente a mi nuevo libro favorito hasta que llegué a ése
final tan pedorro y anti-climático.
Así y todo creo que es un librito
infaltable en cualquier biblioteca, es súper entretenido y es el registro de
uno de los experimentos blogueros más originales que escuché. “365 Samurai and
a Few Bowls of Rice” es una de las obras
más interesantes de ver, leer y tener que vi en los últimos años. Y si no
conocías a Kalonji dale un par de añitos y más de uno vamos a estar hablando de
él. No es Kurosawa, pero el amor está; eso seguro.
Escrita por Capitan Manu del Grupo Panxa