Llegue a este libro de la manera más curiosa. Acostumbrado a
vender y recomendar libros y cómics a otras personas, nunca se me hubiera
ocurrido que el circuito podía ser a la inversa.
A ver si se entiende mejor, esto de los cómics es como
juntar figuritas, todos compramos, todos vendemos, y al final del día lo único
que hiciste fue rotar una tapa por otra. Pero en el medio conoces gente
interesante, te divertís con amigos, vivís experiencias.Con Tomàs las cosas se terminaron dando a la inversa... EL me vendiò su libro A MI.
Si tuviera que venderles este libro, diría que “con la
simpleza narrativa de Ray Bradbury, Mundo Plástico nos muestra la esquizofrenia
distopica de la mejor peor pesadilla de Phillip Dick”. Y con esa frase sola lo
estoy poniendo muy arriba al señor Wortley.
El libro consta de 35 cuentos cortos, unitarios en si mismo,
pero a base de repetición de elementos (como la pastillita azul) e incluso de
algunos personajes van constituyendo un caleidoscopio donde se puede intuir o
apreciar a través de un pequeño Aleph el mundo que se viene.
Todas son historias con pequeñas sorpresas y moralejas (o
falta de ellas que es lo mismo) y en la que una mezcla de ironía acida pero que
no deja de ser infantil nos empalaga y transporta a ensueños y pesadillas.
En las Crónicas Marcianas de Bradbury, el hilo conductor del
relato era el tiempo. A lo largo de las décadas se iban sucediendo sus
historias, se nos iba desnudando a través de una cronología imaginaria el
absurdo de la existencia del hombre. En el libro de Wortley lo que tenemos son
relatos paralelos, algunos si, quizás continuación de otros, en los que se nos
habla de un mundo que a pesar de lo pasado, sigue conservando los amores y
pesadillas de la vida contemporánea.
Al mejor estilo de la ciencia fantástica (ese genero que
esta mas cerca del Harry Potter que de 2001 odisea del espacio) Wortley hace
una reflexión sobre la sociedad del presente, extremándola y polarizándola en
sus mas agudos histeriquismos trayéndole al lector imágenes realmente
interesantes, como un robot que muere de amor, o el amor incestuoso entre dos
clones.
No faltan los homenajes tampoco, a ese mundo pretérito anterior
a la debacle nuclear (y en muchos casos quizás anterior al que vivimos los lectores)
que es analizado no por arqueólogos en museos, sino por coleccionistas nostálgicos
que son capaces de ponerse a tiro con tal de conseguir películas de Hitchcock,
o alimentar la fascinación que genera el dinero mismo.
En cuanto a la prosa, el lenguaje sencillo, sin obscenos
firuletes pero con un marcado ritmo narrativo nos muestra un autor pulido, que
domina las artes literarias al milímetro y es detallista hasta la última coma.
La única objeción a un relato redondo es quizás el abuso del
cuento corto. Con una estructura de historia de no mas de 2 o tres paginas en
su mayoría, hacen que la lectura sea amena si, pero también distrae como si estuviéramos
haciendo zapping constantemente, (que es un poco lo que se trata de emular creo
yo) pero que para el lector constante le torna un poco sinuosa la lectura de
corrido del libo.
En resumen, un libro muy recomendable de un autor que tiene
muchisimo para seguir ofreciendo , con un talento literario pulido y una imaginación
que acompaña sin esfuerzo el surfeo a través de un mundo extraño, como el
nuestro propio.
Contratapa:
Como todas las noches, sale a colgar ropa que no debe de ser suya: ella
siempre está desnuda. Ajusto el foco de mis ojos y aumento la definición para
poder verla con claridad a través del extenso parque que nos separa. Su cuerpo
es perfecto, delineado con tal precisión que, cada vez que la miro, siento la
necesidad de felicitar a sus cuarenta y cinco padres-diseñadores-ingenieros. El
brillo de sus detalles cromados refleja las tenues luces de la casa, hoy
encendidas. Ella no necesita luz para ver: con un simple cambio de filtro, su
modelo es capaz de desplazarse en la penumbra como si fuera de día. Hermosa.
Por lo grácil de sus movimientos, deben de haber reemplazado sus articulaciones
hace poco: se desliza en silencio, suaves pisadas que apenas deben dejar
marcas. Pronto termina su tarea y regresa a la casa. Como siempre, la posición
en la que cuelga la ropa me impide leer su nombre impreso en el pecho, como
todos nuestros nombres. Sólo alcanzo a ver el número de serie escrito en la
espalda: “672-X”. “Te amo, 672-X”, declamo al frío aire de la noche aunque, en
verdad, sólo asumo que el aire es frío por una convención poética: antes de
salir de casa, apagué mis sensores de temperatura.TOMÁS WORTLEY nació en 1980, es periodista y crítico de cine. Trabajó en revistas, programas de radio y, actualmente, ha logrado al fin que le paguen por ver dibujos animados. Formó parte de varias antologías de cuentos.
Mundo Plástico es su primer libro.
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